EL CUADERNITO DE CUENTOS DE BRISA

SÓLO PARA NIÑOS Y NIÑAS CON PREGUNTAS INQUIETANTES E INCERTIDUMBRES LATENTES EN CADA UNO DE SUS JUEGOS. (UNA MANERA DE JUGAR CON EL DOLOR)

domingo, abril 16, 2006

El rostro de una Noche

Había una vez una Noche que, paseando por las ventanas, cuidaba de los sueños de los niños tristes, los vigilaba con su ojo platinado y sus miles de sonidos que nos acercan a la soledad pero nos salvan de sus juegos.

Tal Noche crujía en las persianas para espantar los malos sueños y mientras que con una de sus manos parecía contar una a una las estrellas que forman parte de su collar, con la otra acariciaba las cabezas de los niños refugiados y enterrados en sus almohadas.

Dicha Noche no quería despertarlos, sabía que los niños tendrán las manos débiles si no se nutren de los sueños e incluso de aquellas aberraciones, llamadas pesadillas, que pueden engendrarse por comer antes de recostarse y no obedecer esa voz de madre siempre presente (siempre) aún en los momentos más inusuales.

Y así es que, luego de encontrarse convencida esa Noche de que los niños apretarán sus dientes y proseguirán su lucha con(tra) las representaciones oníricas, con unos breves bostezos consiguió recostarse en una colina suave esperando la llegada del Sol.

Pero la sorpresa siempre es intranquilizante, pues uno de los niños despertó y vió su cuerpo consumirse en las sombras y por ello gritó con toda sus fuerzas!!... aunque en hora de sueños todos sabemos el silencio vence al ruido ¿a quién gritaba entonces?

La Noche se sintió invocada (como las veces en que algunos caninos recurren a su llamado) y le dió un beso en la frente y le dijo: "No puedes ver tu cuerpo ya que en éstos momentos no sirven los hojos para ver el mundo, los hombres los cierran porque, en éstos momentos tan preciados, el mundo se ve a través de los sueños".

A lo que el niño contestó: "La luz me falta como a una madre que no llega y estoy perdido sin ver el camino, el rastro, que me conduce a su rostro".

La Noche le contestó: "La luz recorrerá el camino que demande el menor tiempo posible, por eso llegará tan pronto como una voz de madre y te tapará las partes del cuerpo cubiertas por las sombras. Así que ahora, niño, cierra los hojos y sueña, que es la única manera en que puedes ver mi rostro."


Lluvia y el Sol.

Lluvia ha visto morir al Sol, ha presenciado esa muerte a la que nosotros estamos acostumbrados, pero ella no. Y eso que Lluvia ha visto muchas muertes; incluso las encuentra en su placard, en vasitos de agua, junto a sus vestidos favoritos, junto a sus más preciados juguetes; pero las encuentra como algo extraño, como una constante sorpresa, como un profundo misterio.

Lluvia tiene un vestido celeste, lo usa por las noches y se sienta sobre la ventana para poder contar las estrellas. Lluvia cree que cada estrella representa la cantidad exacta de muertes del Sol, de nosotros, de nuestro tiempo, la cantidad exacta en que se nos escapan las cosas de las manos, como la tacita de té que rompió en el último otoño, como aquel niño que se fue en busca de los vientos y la soltó de la mano sólo para luego volver a sujetarla en algún sueño.

A la tarde, cuando Lluvia se va de paseo con el Sol, lleva su colección de lágrimas, es su kit de juegos favoritos, sabe que el Sol llevará sus mejores risas doradas, sabe que podrán jugar a las escondidas, esconderse en flores violetas, en pequeños poemas, en grandes jardines.

En días tan bellos como Lluvia, ella junto al Sol dibujan calesitas de arco iris por los que luego dan vueltas y vueltas, hasta que se desvanecen y llega la hora de partir. En esos momentos es cuando el Sol se va sin decir si regresará o no.

Por eso Lluvia siente la terrible sensación de haber perdido algo, por eso es que busca en sus cajones, en sus medias, incluso debajo de la cama, y a veces encuentra en sus bolsillos nubes de algodón, con los que seca sus ojos, intentando no llorar mucho.

Lluvia ama al Sol y asiste incansablemente a cada una de sus muertes, con su vestido celeste, con sus pjos brillosos y sus nubes de algodón para secar algunas lágrimas y las que no, son guardadas en una cajita de cristal para convertirse en juguetes.

Pronto saldrá el Sol, pronto vendrán nuevos juegos. La luz de una vela acompaña el sueño de Lluvia, la acaricia, dibuja su sombra. Pronto saldrá el Sol, y quizás Lluvia no lo sepa, pero en los grandes jardines y las flores violetas todavía hay calesitas de arco iris que juegan con la sombra de Lluvia cuando sus ojos están cerrados.

viernes, abril 14, 2006

Historia de una niña bella, tan bella.

Había una niña que se llamaba Lluvia, bella, tan bella. Tenía cabellos de almidón y en los espacios entre cada palabra, una sonrisa tácita. No le asustaba la noche, a veces reía cuando sentía una sombra envolverle las manos, por momentos era como si jugara con la luna, no le asustaba la noche porque la soledad también es un juego.

Lluvia tenía ojos de néctar y pocas veces podía mirar sin empañarme, decía que mirar es respirar sobre el vidrio, ¡cuanta razón tenía esa niña! pues, cada que vez que sonreía, el molino de papel que llevaba en sus manos se movía como también la luna.

Una noche, Lluvia trató de vestir las estrellas (es que las notaba asustadas, titilantes, desgarradas), razón por la cual buscaba papeles acaramelados para envolverlas o, en su defecto, alguna canción para poder aclamar el baile de la luna. Lluvia sabía poco de astrofísica; pero, si de algo estaba segura, era que las estrellas de noche tenían frío y miedo. Por eso es que en esos cuartos tan distantes e inaccesibles, encendían las luces y luego las volvían a apagar cuando dormían y, luego, las volvían a encender y cosas por el estilo.

Así que cansada de buscar entre los ojos de las personas y las calles grises, Lluvia, decidió ir a una mercería (aunque sabía que de hecho no había papel acaramelado de miles de millones de kilómetros para envolver las estrellas) entró, la atendió una mujer y le preguntó: “¿Puede venderme una canción con la que pueda hacer bailar al cielo?”
La mujer al no saber que responder, le regaló un avioncito de papel, el más grande y el que más vuelo tenía y le dijo: “Quizás puedas volar y descubrir que canción prefieren las estrellas”.
Así fue como Lluvia tomó vuelo, con su molino de papel y su avioncito hacia donde nunca imaginaba, pero no importaba, no le tenía miedo a la noche.

Pronto, llegó donde las estrellas y las vio llorando. Entonces, con su molino de papel empezó a hacer bailar a las lágrimas, también consiguió que baile la luna. Luego, se levantó una gran polvareda en el cielo hasta que las lágrimas se derramaron para limpiar los ojos y las calles grises de las personas.

Por ello, es que las estrellas cuando lloran organizan un gran baile con la luna para poder limpiar las lágrimas y llamar a Lluvia, una niña bella, tan bella, que tenía cabellos de almidón y de la que tomaron el nombre de tal festejo.