Historia de una niña bella, tan bella.
Había una niña que se llamaba Lluvia, bella, tan bella. Tenía cabellos de almidón y en los espacios entre cada palabra, una sonrisa tácita. No le asustaba la noche, a veces reía cuando sentía una sombra envolverle las manos, por momentos era como si jugara con la luna, no le asustaba la noche porque la soledad también es un juego.
Lluvia tenía ojos de néctar y pocas veces podía mirar sin empañarme, decía que mirar es respirar sobre el vidrio, ¡cuanta razón tenía esa niña! pues, cada que vez que sonreía, el molino de papel que llevaba en sus manos se movía como también la luna.
Una noche, Lluvia trató de vestir las estrellas (es que las notaba asustadas, titilantes, desgarradas), razón por la cual buscaba papeles acaramelados para envolverlas o, en su defecto, alguna canción para poder aclamar el baile de la luna. Lluvia sabía poco de astrofísica; pero, si de algo estaba segura, era que las estrellas de noche tenían frío y miedo. Por eso es que en esos cuartos tan distantes e inaccesibles, encendían las luces y luego las volvían a apagar cuando dormían y, luego, las volvían a encender y cosas por el estilo.
Así que cansada de buscar entre los ojos de las personas y las calles grises, Lluvia, decidió ir a una mercería (aunque sabía que de hecho no había papel acaramelado de miles de millones de kilómetros para envolver las estrellas) entró, la atendió una mujer y le preguntó: “¿Puede venderme una canción con la que pueda hacer bailar al cielo?”
La mujer al no saber que responder, le regaló un avioncito de papel, el más grande y el que más vuelo tenía y le dijo: “Quizás puedas volar y descubrir que canción prefieren las estrellas”.
Así fue como Lluvia tomó vuelo, con su molino de papel y su avioncito hacia donde nunca imaginaba, pero no importaba, no le tenía miedo a la noche.
Pronto, llegó donde las estrellas y las vio llorando. Entonces, con su molino de papel empezó a hacer bailar a las lágrimas, también consiguió que baile la luna. Luego, se levantó una gran polvareda en el cielo hasta que las lágrimas se derramaron para limpiar los ojos y las calles grises de las personas.
Por ello, es que las estrellas cuando lloran organizan un gran baile con la luna para poder limpiar las lágrimas y llamar a Lluvia, una niña bella, tan bella, que tenía cabellos de almidón y de la que tomaron el nombre de tal festejo.
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