Lluvia y el Sol.
Lluvia ha visto morir al Sol, ha presenciado esa muerte a la que nosotros estamos acostumbrados, pero ella no. Y eso que Lluvia ha visto muchas muertes; incluso las encuentra en su placard, en vasitos de agua, junto a sus vestidos favoritos, junto a sus más preciados juguetes; pero las encuentra como algo extraño, como una constante sorpresa, como un profundo misterio.
Lluvia tiene un vestido celeste, lo usa por las noches y se sienta sobre la ventana para poder contar las estrellas. Lluvia cree que cada estrella representa la cantidad exacta de muertes del Sol, de nosotros, de nuestro tiempo, la cantidad exacta en que se nos escapan las cosas de las manos, como la tacita de té que rompió en el último otoño, como aquel niño que se fue en busca de los vientos y la soltó de la mano sólo para luego volver a sujetarla en algún sueño.
A la tarde, cuando Lluvia se va de paseo con el Sol, lleva su colección de lágrimas, es su kit de juegos favoritos, sabe que el Sol llevará sus mejores risas doradas, sabe que podrán jugar a las escondidas, esconderse en flores violetas, en pequeños poemas, en grandes jardines.
En días tan bellos como Lluvia, ella junto al Sol dibujan calesitas de arco iris por los que luego dan vueltas y vueltas, hasta que se desvanecen y llega la hora de partir. En esos momentos es cuando el Sol se va sin decir si regresará o no.
Por eso Lluvia siente la terrible sensación de haber perdido algo, por eso es que busca en sus cajones, en sus medias, incluso debajo de la cama, y a veces encuentra en sus bolsillos nubes de algodón, con los que seca sus ojos, intentando no llorar mucho.
Lluvia ama al Sol y asiste incansablemente a cada una de sus muertes, con su vestido celeste, con sus pjos brillosos y sus nubes de algodón para secar algunas lágrimas y las que no, son guardadas en una cajita de cristal para convertirse en juguetes.
Pronto saldrá el Sol, pronto vendrán nuevos juegos. La luz de una vela acompaña el sueño de Lluvia, la acaricia, dibuja su sombra. Pronto saldrá el Sol, y quizás Lluvia no lo sepa, pero en los grandes jardines y las flores violetas todavía hay calesitas de arco iris que juegan con la sombra de Lluvia cuando sus ojos están cerrados.
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