EL CUADERNITO DE CUENTOS DE BRISA

SÓLO PARA NIÑOS Y NIÑAS CON PREGUNTAS INQUIETANTES E INCERTIDUMBRES LATENTES EN CADA UNO DE SUS JUEGOS. (UNA MANERA DE JUGAR CON EL DOLOR)

martes, octubre 31, 2006

De Abril y el Viento

Era un tiempo no tan lejano, en un lugar no tan remoto, donde una preciosa niña llamada Abril gustaba de dibujar arbolitos. Los hacía con tizas, lápices, sonrisas y rocíos, pero siempre tenía problemas con las hojas, sabía que por más que las pintase con el más contundente realismo no sería lo mismo. "¡Las hojas son las hojas!" decía la niña.

Abril estaba cansada de no poder dibujar nada (porque los árbolitos sin hojas son como las palabras sin vocales, mutilaciones del Otoño) , así que se puso sus zapatitos más bonitos y salió corriendo en la búsqueda de hojitas.

Luego, se dirigió a la calle y se topó con otra sorpresa: era Otoño y los árboles se parecían a sus dibujos. Los notaba muy tristes, por lo que intentó vanamente devolverle las hojas, pero a cada intento de pegarlas, se caían. Eso la puso muy mal. Entonces, habló a los árboles, acarició y les dijo, con carita muy pero muy seria, que dibujaría arbolitos hermosos y con hojas de Verdad para que recuperen su sonrisa. Los árboles suspiraron. Así que apenas dijo eso, Abril corrió en búsqueda de las hojas mientras cantaba alegre una canción sobre el Otoño. No se dió cuenta que el Viento burlón se las llevaba lejos, lejos, lejos. Y Abril lloraba, lloraba, lloraba.

Abril no era de esas niñas que se rendían con facilidad y una vez que se secaban sus lágrimas, con toda esa fuerza que tenía en sus ojos, salía de nuevo corriendo a atraparlas y el Viento, con un soplido risueño, las tiraba lejos a las pobres hojitas que querían estar con Abril por verla llorar de ese modo.

Era terrible verla llorar, hacía callar las calles, agrietar los vidrios, sufrir los golpes de las puertas, estremecer al silencio. Y ya tenía las rodillas vencidas cuando apareció Lluvia, quien sabía mucho de lágrimas, y le propuso un interesante juego. "Abril, juguemos a las escondidas, tu escóndete donde sabes que el Viento dejará las hojas, yo me vestiré con tu ropa, cantaré la canción del Otoño y correré en sentido contrario", dijo Lluvia. Abril no podía detener su llanto que ahora era silencioso.

Finalmente, empezó a cantar Lluvia y a correr a su máxima velocidad hacia las hojas. Por lo que el Viento sopló con tremenda fuerza y se llevó a las hojas adonde estaba Abril, quien salió de su escondite con las mejillas mojadas y abrazó a todas las hojas con mucha alegría, en tanto el pícaro Viento secaba sus lágrimas y carcajeaba ante la astucia de ambas. Ocurriendo esto, April empezó bailar y cantar la canción del Otoño con sus hojitas y el Viento. Los árboles ya no necesitaron ser dibujados, estaban felices y empezaron a aplaudir con sus ramas al ritmo de los soplidos del Viento.

Desde ese entonces es que las hojas que caen, danzan con Abril al ritmo de la canción del Otoño, y el Viento juega con ellas y ya no hay mas tristezas en los árboles.

martes, mayo 09, 2006

Frágil y sus ojos oscuros

Hace no mucho tiempo hubo un niño llamado Frágil, tenía los ojos oscuros y una tristeza azul, hablaba lo necesario, amaba lo necesario y generalmente se quedaba mudo cuando algo extraordinario posaba sobre sus oscuros ojos, ya que el silencio era su único tesoro y su palabra más contundente.

Un día Frágil conoció a Lluvia y ese día no fue un error, fue un dia perfecto, tan perfecto que sentía frío y deseos de abrazar las rocas, tan perfecto que las veces que la miraba conseguía una sonrisa como resultado, como si se tratara de la ciencia más exacta e infalible que no agrega números sino caricias y deseos-de-besar-las-sombras a cada operación de mirarse.

Lluvia tenía las mejillas coloradas y cada tanto miraba de reojo, Frágil la tomaba con sus brazos y besaba con sus dedos mientras podía, el frío no los apartaba, siempre se abrazaban como si todo aquello que los rodease se despedasaría tras ellos: las personas, los muebles, las soledades, las distancias, los miedos. Casi no necesitaban hablarse, Frágil podía vivir entre sus silencios y sonrisas intactas y los cándidos mares que salían de los labios de Lluvia entre palabra y palabra.

Pero Frágil tenía que irse, sus ojos oscuros siempre escapan hacia la soledad y eso es inevitable.
Sin embargo, no hay día en que no la recuerde a Lluvia posarse sobre las flores y atravesar sus paredes. Es en esos días en que su tristeza azul se parece al mar.